24 Mayo 2020
Alba Aguión
Que el cambio climático está afectando a los animales marinos es un hecho irrefutable. Como también lo es la enorme variedad de maneras en las que puede hacerlo: desde corales con dificultades para construir sus esqueletos, hasta atunes y salmones con migraciones adelantadas o poblaciones de krill antártico que disminuyen mientras que otras, como las de muchos peces tropicales, aumentan.
A medida que los océanos cambian, los organismos cuentan con tres opciones: adaptarse a la nueva situación, moverse o extinguirse. Es en la segunda opción en donde centro mi trabajo dentro del grupo Future Oceans Lab de la Universidad de Vigo. Y es que aunque los rangos geográficos de las especies son dinámicos y varían con el tiempo, el cambio climático está causando una redistribución significativa de las especies a nivel mundial. Así, mientras que, por ejemplo, hay animales terrestres que se mueven montaña arriba para escapar de los sofocantes pastos, muchos peces descienden en profundidad buscando aguas frías. Por la misma razón, muchos peces abandonan las aguas del ecuador para desplazarse a latitudes más cercanas a los polos. Casi dos tercios de las especies del mar del Norte han sufrido cambios de latitud o profundidad en menos de 25 años.
Figura 1: Cambios de distribución registrados en especies marinas como el Bacalao del Pacífico o el Bogavante Americano en América del Norte. Las flechas indican la dirección del cambio. Mapa de Pinsky et al., 2013
Dentro de los animales marinos, hay algunos a los que el cambio climático los lleva especialmente al límite: aquellos que no se pueden mover. Este es el caso del percebe, animal de gran importancia comercial sobre el que centro la mayoría de mis estudios. En casos como el de este crustáceo, en donde los individuos viven adheridos al sustrato, no es posible ver cómo el stock se desplaza como en especies móviles (Figura 1), y ante condiciones repentinas insoportables los adultos mueren. Sin embargo, la distribución geográfica de crustáceos o moluscos inmóviles también puede registrar cambios. Y es que aunque de adultos ni naden ni caminen, la gran mayoría de estos animales cuenta con una fase larvaria que sí se mueve. Así, pasan desde un par de días hasta varios meses (dependiendo de la especie) como larvas en el agua, y en función de variables como corrientes o temperatura se mueven hasta llegar a determinados puntos de la costa en donde se convertirán en adultos (Figura 2). En el caso del percebe las larvas son bastante viajeras, moviéndose unos 100 o 150 kilómetros desde su “nacimiento”. Con la subida de las temperaturas o los cambios en las corrientes, se espera que muchas larvas puedan llegar a dónde antes no llegaban… o desaparezcan de zonas en donde antes sí estaban. Por ejemplo, el límite de distribución norte del percebe está en la Bretaña Francesa ya que más arriba de ahí las aguas son demasiado frías para la especie. Sin embargo, con el cambio climático es probable que las larvas una vez lleguen a Brest se sientan cómodas con las nuevas temperaturas, continuando su viaje hacia el norte y así, haciendo que cada vez haya percebes a una mayor latitud.
A) B)
Figura 2: A) Fotografía a microscopio de la larva nauplius del percebe (Alba Aguión). B) Simulación de la distribución larvaria del mejillón en la Ría de Vigo. Cada uno de los puntos corresponde a una larva. Trabajo realizado por CESAM (Universidad de Aveiro, Portugal) por Queiroga, Nolasco y Dubert.
Esta redistribución de especies por cambio climático (causada tanto por movimiento de adultos como de larvas) no solo provoca el establecimiento de nuevos ecosistemas y comunidades biológicas, sino que también afecta a las actividades humanas. Un sector fuertemente afectado por todo ello es la pesca, actividad de la que dependen unos 520 millones de personas (un 8% de la población mundial) según datos de la FAO del 2011. Una de las consecuencias del movimiento de las especies objetivo y, por tanto, de las flotas pesqueras, es por ejemplo el incremento de conflictos a la hora de repartir las cuotas entre países. Este ha sido el caso del movimiento de la caballa hacia las aguas frías de Islandia e islas Feroe, que ha causado importantes disputas entre dichas regiones y Reino Unido. Además, la redistribución de stocks se espera que disminuya la eficacia de las herramientas de gestión diseñadas sin considerar los impactos del cambio climático. Un buen ejemplo son las áreas marinas protegidas, delimitadas espacialmente en el territorio y con límites estáticos en el tiempo. Así, una reserva creada hoy para conservar una especie determinada o fomentar la pesca en zonas adyacentes es muy probable que en el futuro no sea efectiva si los stocks la abandonan para migrar hacia zonas más frías.
Figura 3: Comparación de la tasa de redistribución (km por década) de crustáceos, moluscos y cnidarios bentónicos (capacidad de movimiento nula o limitada, en azul) vs. peces con capacidad de natación, en morado. Poloczanska et al., 2016
Pero en un contexto de redistribución no todo son pérdidas. En el mar del Norte que hablábamos antes, por ejemplo, la mayor abundancia de peces de climas más cálidos como la lubina o el salmonete de roca ha creado nuevas oportunidades para el sector. Del mismo modo que si el percebe aumentara su rango de distribución hacia el norte (esto es una hipótesis, aún no existen evidencias científicas que lo demuestren), podrían aparecer nuevas pesquerías para la especie en el norte de Francia.
Considerando todo esto, es importante destacar que no sólo es necesario realizar estudios biofísicos sobre la presente y futura relocalización de los stocks. Existe también la necesidad de realizar investigación que verse sobre los posibles mecanismos y medidas de adaptación que las flotas y gobiernos puedan realizar para hacer frente a los efectos ya palpables del cambio climático en nuestros océanos. Esto es especialmente importante en las zonas cercanas al ecuador, ya que son las más propensas a sufrir los mayores impactos (y lamentablemente, son zonas con poca capacidad para hacer frente a cambios). Desde mi investigación me centro principalmente en la pesca artesanal de Galicia, y qué es lo que podemos hacer nosotros para sacar el mayor rendimiento biológico y económico a nuestros recursos considerando los impactos del cambio climático. Y es que la ciencia sobre cambio climático no solo nos sirve para explorar aspectos como las temperaturas o los efectos de estas en los animales, sino también para investigar qué políticas son las más adecuadas a implementar. Cuestión de gran urgencia ya que la pesca sufre cambios debido a esta gran amenaza, mientras que la mayoría de las políticas que la regulan permanecen intactas.
Referencias
Pinsky et al., (2013) Marine Taxa Track Local Climate Velocities. Science. 341
Poloczanska et al., (2016) Responses of Marine Organisms to Climate Change across Oceans. Frontiers in Marine Science. 3
Sumaila et al. (2011) Climate change impacts on the biophysics and economics of world fisheries. Nature Climate Change. 1