Alba Aguión:
Objetivo ANTÁRTIDA

Las mujeres llevan siglos transmitiendo ciencia

 20 Enero 2021

Alba Aguión

Pese al abrumador protagonismo masculino en ciencia (un 92.5% de los referentes culturales y científicos en los libros de la ESO son hombres1), las mujeres han formado parte del mundo científico desde la antigüedad. Hipatia de Alejandría, Marie Curie o Rosalind Franklin (por mencionar a las más conocidas) han realizado avances tan o más importantes que los hombres de sus disciplinas, hoy contando con cada vez más reconocimiento. Sin embargo, numerosos obstáculos han impedido que las vocaciones científicas de muchas mujeres se materializaran en las carreras científicas a las sí pudieron acceder los hombres de su época.

Y es que hasta el siglo XIX las mujeres tenían prohibido el acceso a la universidad en la mayoría de los países. Aún en el siglo XX el número de mujeres que podían matricularse estaba en muchos casos restringido (por ejemplo, la universidad de Oxford no eliminó su cuota máxima hasta 19572). Pero pese a las dificultades de acceder a la educación científica, muchas mujeres se mantuvieron vinculadas a la ciencia. Algunas de ellas, sin formación académica, se hicieron hueco entre las sombras para contribuir en la transmisión de los últimos avances científicos de la época.

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Figura 1: La primera imagen es un panfleto con «Consejos para las mujeres y doncellas de Londres» (1678) en donde se resta importancia a las labores domésticas e incita a que las mujeres estudien contabilidad. La autora es desconocida (firma con «con una de ese sexo») y defiende que las mujeres con dichos conocimientos serán más independientes. En la otra imagen Francesco Algorotti, el primero en escribir un libro para instruir a las mujeres en ciencia («El newtonismo para damas», de 1737).

Las monjas por ejemplo fueron encargadas de copiar manuscritos con contenido científico en algunos casos3. Además de copiar obras (antes de la aparición de la imprenta), algunas mujeres contribuyeron con la traducción de obras científicas a otros idiomas. Trabajos tan conocidos como los de Laplace o “El origen de las especies” de Darwin fueron traducidos al inglés y francés por mujeres3. A destacar es la joven Madame de Chatelet (en la imagen), la primera en enfrentarse al gran reto de traducir Principia de Newton al francés.

El interés de las mujeres por la ciencia también se palpa con la literatura científica “para damas” que surge a mediados del XVIII. Así lo atestiguan libros como “El newtonismo para damas”, “Astronomía femenina”, o “Verdad triunfante: o fluxiones para damas” sobre matemáticas y “Filosofía para caballeros jóvenes y damas” sobre ciencias naturales. Algunas mujeres también leían libros que no tuvieran “para damas” en su título, pero necesitaban el permiso de sus padres para ello3.

Algunas de estas obras estaban escritas por mujeres. Cabe destacar a la escritora Jane Marcet, casada con un médico que la introdujo en los círculos científicos londinenses. Jane compaginaba su labor doméstica con asistir a conferencias, y charlaba a menudo con científicos. Escribió una serie de libros del que destaca “Conversaciones sobre química” (1805). En el prefacio, Jane explica cómo surgió la idea de escribir libros de ciencia. Y es que cuando asistió a su primera conferencia científica, reconoce que le era complicado seguir la argumentación del conferenciante. Jane comenta que tras repetir los experimentos lentamente por su cuenta y comentarlos con científicos, en la siguiente conferencia entendía las explicaciones mucho mejor. Esto le animó a escribir libros, todos con un gran éxito de ventas. De hecho, el conocido físico y químico Michael Faraday comentó que la obra de Jane “Conversaciones sobre química” le había proporcionado los fundamentos para introducirse en el campo de la electroquímica4.

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Figura 2: Esquema del libro «Conversaciones sobre química», escrito por Jane Marcet. En sus obras escribía diálogos entre maestra y alumnas para explicar nociones básicas de ciencia. Fue una pionera de obras de ciencia popular. En las primeras ediciones, el libro fue publicado sin su nombre.

Además de traducir y escribir contenido científico, muchas mujeres tuvieron un papel importante en la preparación de obras de referencia (obras de consulta rápida)3. Un ejemplo es Mary Day, trabajadora en la biblioteca del Gray Herbarium de la Universidad de Harvard. En 1893 comenzó allí un trabajo al que se dedicó 30 años. Una de sus tareas era el registro de información publicada en revistas científicas y monográficos de todo el mundo que estuviera relacionada con plantas americanas. Mary preparaba una publicación de modo trimestral con esta información, importante para el trabajo de botánicos. Además, mantenía correspondencia con muchos de ellos, que la contactaban de modo asiduo para pedir bibliografía o consejos3.

Aunque los libros y revistas de ciencia estaban indexadas y organizadas en bibliotecas (a veces gracias al trabajo de mujeres), para ellas no era sencillo estar “a la última”. La historiadora de ciencia Margaret Rossiter (la que acuñó el conocido “Efecto Matilda”, concepto para tratar en otro artículo) comenta que los últimos avances científicos solían comentarse por carta, teléfono o reuniones dentro de círculos cerrados en donde las mujeres eran ignoradas. Esto es bastante paradójico, considerando que en la mayoría de los casos eran precisamente las mujeres las que como secretarias (en eventos formales) o esposas (en comidas o cenas que se sucedían en casas) se encargaban de organizar dichas actividades sociales, en donde se debatía sobre ciencia y se establecían colaboraciones3. Durante el siglo XX la presencia de mujeres científicas ha aumentado. Mientras que a lo largo de la historia las mujeres representan el 7% de todos los científicos, si el análisis se repite con científicos nacidos a partir de 1900 el porcentaje aumenta al 20%5. Una tendencia que sin duda deja hueco para el optimismo. No obstante, es necesario visibilizar el papel de las mujeres en la transmisión de los conocimientos científicos; una parte de la ciencia que durante ciertas épocas fue la única a la que las mujeres tuvieron acceso. Hoy, y ya con formación universitaria, las mujeres científicas siguen teniendo un rol crucial en la comunicación científica, con estudios que señalan que las mujeres científicas son más activas que los hombres a la hora popularizar la ciencia en escuelas, conferencias o medios de comunicación6. Y es que pese a los obstáculos las mujeres llevan siglos transmitiendo ciencia, y es hora de sacar sus esfuerzos de la sombra.

Referencias 

1 López-Navajas, A., (2012) Análisis de la ausencia de las mujeres en los manuales de la ESO: una genealogía de conocimiento ocultada. Disponible aquí

2 Garnett & Whyte. Artículo «Women Making History: the centenary» en la página oficial de la Universidad de Oxford. Disponible aquí

3 Rossiter, M. W. (1986) Women and the history of scientific communication. The journal of library history 21(1). 39-59

4 Pérez Sedeño, E. (2003) Las mujeres en la historia de la ciencia. Quark Ciencia, medicina, comunicación y cultura 27

Neadle, D. Artículo «Women in Science – a historical perspective» en la página oficial de la Royal Society of Chemistry. Disponible aquí

Jensen, P. et al. (2008) Scientists connected with society are more active academically. Science and Public Policy 35(7)