Cómo ahorrar y no morir en el intento. Parte 2: Consejos para ahorrar en gastos básicos

ahorrar-no-morir-intento-parte2-2En el post anterior de esta serie te contamos cómo elaborar un presupuesto doméstico anual para saber cuánto ganas realmente y cuánto gastas. Es posible que, si has hecho números, te des cuenta de que gastas más de lo que deberías. Hoy vamos a darte algunos consejos básicos para que seas capaz de ahorrar y te acerques al objetivo del 20% de ahorro que te permita contar con un colchón financiero.

 

Vivimos en un mundo pensado para gastar. En eso se basa el marketing y la publicidad que nos bombardea a diario por tierra, mar y aire. Los bancos también llevan años poniendo su granito de arena con un mensaje nada subliminal: gasta ahora y paga a plazos. El boom del comercio electrónico tampoco nos lo pone fácil, además del hecho incontestable de que comprar nos hace sentir bien, ya que todo el sistema está diseñado para ello.

No pretendemos que te conviertas en Diógenes y vivas en un tonel. La vida es para disfrutarla porque tiene fecha de caducidad y no sabemos cuándo se va a acabar. Pero sí es importante que seas capaz de ahorrar cada mes, porque los imprevistos existen y las pensiones públicas tienen un problema de sostenibilidad que inevitablemente conducirá a que los jubilados del futuro ganen comparativamente menos que los jubilados de hoy. Estos son dos motivos de peso para que intentes ahorrar todo lo posible sin renunciar a vivir bien. Vamos a ello.

Ahorrar en gastos básicos es posible

El concepto “gastos básicos” tiene muchas interpretaciones subjetivas. Para algunas personas ir vestidas a la moda es un gasto imprescindible y para otras, basta con comprarse un par de zapatos nuevos cuando se rompen los viejos. Vamos a incluir en este concepto de “gastos básicos” los imprescindibles para vivir: vivienda y sus suministros, alimentación, desplazamientos, cuidado de la salud, seguridad y educación. El resto lo incluiremos en “gastos personales”, que no quiere decir superfluos o prescindibles y que trataremos en el siguiente post de esta serie.

1. Ahorrar en gastos relacionados con tu vivienda

Lamentablemente, en el coste de la vivienda en sí es difícil ahorrar, ya que se trata de un gasto imprescindible y que, bien en forma de hipoteca o de alquiler, tenemos que pagar sí o sí. Lo que sí debemos tener en cuenta es que ese coste no debe superar en ningún caso el 30% del total de los ingresos familiares. Si es más alto, estamos desvistiendo un santo para vestir a otro, ya que perderemos nuestra capacidad de ahorro.

Si estamos pagando más de ese 30% de referencia, debemos plantearnos si estamos llevando la vida que queremos llevar, ya que estamos corriendo un riesgo enorme que nos estallará en la cara en algún momento del futuro. Se trata de decisiones vitales que se escapan al propósito de este blog, pero a veces el miedo a perder lo que tenemos hoy nos conduce a situaciones en las que podemos perder mucho más mañana. Dado que el lugar en el que vivimos está muy condicionado por nuestro trabajo y nuestra vida social y familiar, es posible que pensemos que el sacrificio merece la pena, pero si tenemos dudas debemos contemplar seriamente alternativas. Cuanto más joven seas, más detenidamente tienes que pensar en tu futuro y en cómo vas a vivir. Las alternativas son muchas y variadas, pero el coste de la vivienda en España es muy desigual según dónde vivas.

Veamos en qué otros gastos de nuestra vivienda sí podemos ahorrar con más facilidad:

  • Reduce tu consumo energético. A veces nos obsesionamos con los cantos de sirena de las empresas energéticas y no vamos al meollo de la cuestión, que es que la mayoría de nosotros derrochamos energía. Esto tiene consecuencias para la sostenibilidad de nuestro planeta y para nuestro bolsillo. Invertir en iluminación LED, contratar una tarifa eléctrica con discriminación horaria y usar las horas valle para las actividades con más gasto son buenas ideas. Aquí van algunas ideas más:
    • Ojo con la lavadora. Usa programas lo más cortos posible a no ser que tu ropa esté muy sucia. Prioriza lavar en frío o a no más de 40ºC, los detergentes modernos están pensados para ello. Si tu lavadora ya tiene años, sustituirla por una de bajo consumo es una buena idea.
    • La nevera es uno de los electrodomésticos que más consume. No la sobrecargues, piensa en todo lo que vas a necesitar sacar de ella antes de abrirla y úsala siempre en modo “eco”. Si se forma escarcha en el congelador, retírala, ya que la acumulación de hielo disminuye mucho la eficiencia.
    • Regula bien la temperatura e invierte en aislamiento, sobre todo en las ventanas. Pasar frío en verano y calor en invierno es un indicio claro de derroche. No pongas la calefacción a más de 20 grados (mejor 19) ni el aire acondicionado a menos de 24 grados.
    • Apaga los electrodomésticos completamente cuando no los uses. El modo ‘standby’ consume poco, pero consume. Lo mismo sucede con la Wi-Fi cuando no la estés usando o mientras duermes.
  • Revisa tus primas de seguros de hogar. No los renueves sin más. Estos seguros cada vez ofrecen más servicios para tu casa (que te suponen un ahorro) y tus necesidades pueden cambiar de un año para otro. Asesórate cuando llegue el momento de la renovación. Las corredurías de seguros estamos para ayudarte a que no pagues más de lo que necesitas. ?
  • Dale una segunda vida a cosas que ya no utilices o estén rotas. Un pantalón vaquero puede convertirse en un delantal, en una mochila o en un bolso. Con una sábana vieja tendrás paños de limpieza para un año. Una caja de cartón, unas tijeras y un papel para decorar es todo lo que necesitas para tener soluciones de almacenamiento. Los tarros de cristal sirven para miles de cosas. Antes de comprar algo, piensa si con lo que tienes en casa puedes hacer algo que cumpla la misma función. El límite es la imaginación y los tutoriales en YouTube. Y no olvides la satisfacción personal de hacer algo con tus propias manos.

2. Ahorrar en alimentación

La alimentación es uno de los capítulos de nuestro presupuesto doméstico en el que más dinero derrochamos. Compramos con los ojos y desperdiciamos mucha comida.

  • Si desperdicias comida, es que estás gastando de más. Nunca hagas la compra si tienes hambre, haz listas de la compra y cíñete a ellas y procura comprar con más frecuencia y menos cantidad. Si lo haces cerca de casa y no tienes que usar el coche, mejor. Una muy buena idea es llevar una “contabilidad de la basura”. El objetivo que tienes que marcarte es que todas las fracciones de tus residuos sean cada vez menores. Cuanto menos residuo generes, más sostenible será tu estilo de vida, y también más barato. Y si habitualmente tienes que tirar comida antes de consumirla porque caduca o se pasa, deberían encenderse todas las luces rojas de alarma de derroche.
  • Aliméntate de forma saludable y aprende a cocinar si no sabes. Cocinar tú siempre saldrá más barato que comprar comida cocinada, y además tomarás menos sal, menos azúcar y menos aditivos innecesarios que no aportan nada a tu nutrición y la de los tuyos. Compra siempre productos frescos de temporada y no busques las manzanas más gordas o los tomates más bonitos. Si tienes un mercado cerca y puedes comprar a productores locales, mucho mejor para ti y para la sostenibilidad, ya que habrán viajado mucho menos. Además, tienes miles de tutoriales en internet que te explican cómo hacer cocina de aprovechamiento y platos rápidos que puedes congelar en porciones para usar cuando necesites. Ah, y ten en cuenta que el exceso de carne es malo para tu salud, para tu bolsillo y para el medio ambiente, más aún si se trata de carnes procesadas. Comer saludable y sostenible es siempre más barato.

3. Ahorrar en desplazamientos

No se trata de si te compras un coche eléctrico o más ecológico. La cuestión es si realmente necesitas coger el coche para muchos desplazamientos, o incluso si es necesario tener coche viviendo en una ciudad. Por ejemplo: los días de lluvia hay atascos monumentales en las puertas de los colegios para recoger a los niños en la misma puerta y que no se mojen. Los niños no encogen si se mojan, pero sí les estamos educando en la cultura de no moverse de la forma más natural, que es caminando.

El vehículo ideal y el más rápido para los desplazamientos cortos es la bicicleta. Además, cuidarás de tu salud haciendo ejercicio. Después está el transporte público, pero el coche debe ser el último recurso para desplazarte cuando no existe otra alternativa. Un vehículo es la más ruinosa de las inversiones, ya que empieza a perder valor en el mismo instante en el que lo compras. Con lo que te cuesta tener coche en una ciudad, puedes pagarte un abono de transportes y coger 200 taxis al año.

4. Ahorrar en salud

Aparte de evitar hábitos tóxicos que cuestan mucho dinero, poca gente es consciente de que, independientemente de que exista la sanidad universal, las enfermedades nos cuestan dinero. Para la mayoría de la población, los medicamentos no son gratuitos. Las bajas laborales merman nuestros ingresos y no tener buena salud afecta a nuestro estado de ánimo y nos induce a gastar más. Llevar una vida saludable, hacer ejercicio, cuidar de nuestra salud mental e invertir en medicina preventiva con un seguro de salud nos hará sentirnos mejor, vivir mejor y gastar menos. Sí, un seguro de salud puede ser un ahorro si haces bien los números.

5. Educar en la cultura del ahorro

La obsesión por darles a nuestros hijos todo lo que nosotros no tuvimos genera en ellos dos cosas muy negativas: la ansiedad por consumir y la nula valoración del dinero. Hablamos mucho de la cultura del esfuerzo en la educación, pero si no queremos que nuestros hijos se conviertan en agujeros negros económicos, debemos enseñarles que ganar dinero cuesta mucho trabajo. La mejor manera es que prediquemos con el ejemplo. Si quieres que tus hijos sean ahorradores, empieza por ser tú ahorrador y explicarles por qué lo haces.

En el siguiente post de esta serie hablaremos de la piedra angular del ahorro doméstico: los gastos personales.